miércoles

la wi-fi

Hoy he decidido saltarme la regla número 1: "Mis secretos son míos".

Me asomé a la ventana y les ví ahí abajo. Todos con sus sonrisas de mediodía, sus entrecots sobre la mesa y sus chaquetas intactas. De nuevo no pude evitar observarles; las mesas rojas, los ojos como animal al acecho, los corazones hambrientos. Intentando no parecerme a ellos me he vestido con los peores trapos; una sábana enrroscada y un sombrero de paja, y he salido a la calle sin cerrar con llave. He preferido dejar la casa abierta esta mañana, porque como ya dije, hoy he decidido saltarme la regla número 1.

He bajado al bar de la esquina, la de los perfumes. Ya no me gusta este sitio. Eso también lo he decidido. Pero es el único que tiene wi-fi gratuito en todo el barrio. Tú ya estabas ahí, porque, como me dijiste, tú siempre llegas a tiempo. Hoy me has hablado de los colores, de los niños, de los kilómetros verdes, de las noches reinventadas y de los puentes colgantes, y por fin he visto una sonrisa en tus ojos.

La primera hoja del otoño caía frente a mis ganas.

Entre calada y calada hemos derribado una frontera. Quién lo diría... Te he hablado de los mares, de los vientos del levante y de los animales en peligro de extinción. Te los he enumerado todos, incluso me he esforzado en recordar la terminología de sus nombres científicos.
Te he hablado de un pájaro con cuernos.
Seguidamente he comenzado a descifrarte el límite de mis sentidos, y sin darme cuenta, ya me la estaba saltando -la regla- de nuevo.

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